martes, 24 de abril de 2012

Veintitrés.


Llegó fuerte y se fue rápido, pero el tiempo no puede contigo. Estas igual que siempre, amando tan intensamente, siendo tan contradictoria. Manteniendo tu orgullo. Pidiendo perdón por cada paso que das. Me sé de memoria tus mentiras y las historia que me cuentas esperando que yo las haga realidad, la frase que utilizas para desentenderte de tus acciones: "odio este tipo de cosas" o la muy a menudo utilizada, "No intentes entenderme, ni siquiera tu podrás" Y te equivocas, entiendo  cada lunar de tu cuerpo y cada señal enviada a través de un cristal empañado. Sé que no te es difícil dejarme ir y aún así dejas que nuestros pies se mezclen debajo del edredón al igual que el mar y el cielo. Y ni siquiera un día como este, un veintitrés de abril, llegas a la hora. Tus caprichos me mataban y tu llanto aún me perfora. Se me enfría  el café mientras a ti se te olvida mirar el reloj.

lunes, 9 de abril de 2012

Miranda.


Caminar. Tu estilo de vida es el caminar. Eres de las que mienten más que pestañean y en cada una de tus pecas guardas el más profundo de los deseos. De las que no mira hacia atrás, de las que nunca cuenta lo que hay,  la última esperanza de muchos. No te emocionas con cualquier canción pero se te rompe el alma cada puesta de sol y en cada despedida y darías lo que fuera por retener cada minuto de tu vida. Hace cientos de años que quieres a la misma persona, él te hace grande. No tienes nunca planes y siempre estas ocupada, pero no te das cuenta que las cosas cambian. No entiendes como Jaume Sisa dice que cualquier noche puede salir el sol, aun buscas esa luna convertida. En cada espejo, reflejado ves el mar de tu tierra y su horizonte. Se nota que no estas. Miranda tenía claro que esa noche vería el sol estrellado.

jueves, 5 de abril de 2012

Maldito abril


Una, dos, tres, quizás cuatro. Le contarías toda tu vida. Que supiera de qué pie calzas, y que te gustan los tacones. Que supiera en que cielo se encuentra. Que buscas la manera de parar el tiempo y hacerlo vuestro. Le explicarías que tienes miedo a cagarla, a confundirte y no saber descifrar su mirada. Dejarías que tus palabras fluyeran, y se enredaran entre tu vestido de flores mientras el sol entra por la ventana del vagón. El tren avanza, avanza como tus ganas de ser capaz de sonreír. No importa el como, ni el que, si tu y yo estamos aquí.
Una, dos, tres, quizás cuatro. Las paradas pasan y tú quieres hacerle ver la magia de los trenes y todo lo que guardan. Que necesitas darte cuenta que las penas ya no son solo penas para los demás. Tienes ganas de despertarte en un día radiante y descubrir el sonido del silencio o de sus palabras. Te gustaría que supiera que echas en falta esos besos que por las noche te hacían volar y los labios que siempre decían si.
Una, dos, tres, quizás cuatro. Quizás ya no quedan paradas para descubrir todo lo que nos hemos escondido, todo lo que hoy en este trayecto no he sabido decir.