martes, 19 de junio de 2012

Avariciosos


A la mañana siguiente lo vuelves a ver, igual que siempre, un poco más cansado de la vida. Y esos ojos cada día tienen menos valor para mirar más allá de su parcela de suelo. Y tú te sientes acorralado. Fuera de lugar.
Tanta gente pasa por su lado y no se dignan a mira, pero lo ven. Lo ven desecho y cada día un poco más viejo, y se le van notando los golpes de la vida, las horas muertas en esa calle. Pero
lo ven y evitan sus ojos negros, evitan su esfuerzo de levantar la mirada y dedicar una sonrisa sincera al viajante. Mañanas frías, tardes tristes y noches desiertas. Y tu piensas en que estará reflexionando si es que tiene los cojones de hacerlo. Si tiene la suficiente valentía para pensar en su vida y no derrumbarse más que el suelo. Y que pensará de ese suelo sucio llena de hipocresía.
Y esta mañana lo has vuelto a ver y le has visto un poco más marchito. Comía quien sabe que, y pensaba en quien sabe quien mientras la gente vestida corbata resoplaba por tener tantas cosas que hacer. Él pedía limosna, o que la vida fuera un poco menos puta con él y fue el único que se dio cuenta de la situación. La vio ocupada con su equipaje lleno de vejez, bajando las escaleras de la entrada del tren como podía y mal diciendo su espalda y sus piernas que antes habían sido fuertes. Iba ella demasiado cargada y nuestro vagabundo se dio cuenta.


Simple acto pensaste tu, pero te diste cuenta que nadie más a tu alrededor dejo de pensar ni un minuto en si mismo. Observador. Es él el que menos tiene, él el que más da.




sábado, 2 de junio de 2012

Estamos vivos



En esa cálida noche de mayo él y yo nos dimos cuenta de que buscábamos lo mismo, que su cigarro no se consumiera sin darle ni siquiera un calada, que nadie nos robara la primavera.
-Sabes a sal.
En realidad sabía a lunas mentirosas, a playas desiertas y a otras noches no tan sinceras como esa. Esa noche era capaz de subir por él a la luna. De bajar por su edredón. Esa noche quería quererle como en mucho no lo hice.
Él alcanzó mi mano.
-Ona. Y se quedó mirando al mar unos segundos con algo más que decir en la boca. -Estamos vivos.
Y la tierra aun tiembla cuando recuerdo su voz pronunciando mi nombre. Sonó trágico, dulce.
Tan cerca de su vida y tan lejos de la mía que ni supe interpretar su amenaza.
Se lanzó sobre mi cuerpo y pude notar así su vientre en mi piel. Dijo su primer te amo de la noche y tras el dio su primera calada. Y entonces comprendí. Eso era, sin límites.
Empezó con su vals de las miradas y siguió resiguiendo con su dedo mi columna vertebral. Alzó mi cuerpo y nos lanzamos al agua oscura dejando que las olas nos guiaran
Eso era, sin límites. Quería amarme sin límites. Estar allí para ser mi marea.


Aún nos faltaba amor que darnos para nacer, para vivir.